Apuntes sobre la exposición de Anke


En el zen cada gesto es parte de un ritual en dónde lo esencial es la concentración. Cada movimiento trata de reducirse a su expresión más pura, digo pura porque no es sólo cuestión de sencillez o simplicidad; gran variedad de elementos, culturales, religiosos, intervienen para hacer que cada gesto exprese un profundo respeto hacia los otros, hacia el dojo ( la habitación donde se medita) y hacia cada objeto que se toca o que se mira.

Se trata de conseguir expresar esto con una economía que ayude a que nadie moleste a nadie. Los sonidos forman parte de ese ritual, lo guían y van marcando sus pautas hasta llevarlo a su clímax.

Cada gesto es una rendición del ego.

Concentración callada, eficaz.


Uno de los elementos que se utilizan es el zagu, un cuadrado de tela que se coloca en el suelo para no ensuciar el kesa (el manto que llevan los monjes) y que tiene muchas utilidades simbólicas y rituales. El zagu al colocarlo en el suelo, se dobla de manera

que dibuje una cruz blanca, uno de los cuadros de Anke, el número 13, recuerda mucho su forma.  


Tanto el zagu como el kesa, y el rakusu (un cuadrado de tela con tirantes que cumple la función de un pequeño kesa) los cose uno mismo. Ya antes de conocer el zen, Anke se interesaba por las telas, las costuras, (sus biombos), y por las formas ortogonales que luego encontró durante la realización del kesa y del rakusu...Hay que dibujar, cosiendo, campos de arroz sobre un fondo negro...Fue un reencuentro con estas formas  pero bajo una nueva perspectiva simbólica.


...El zen no tiene forma ni color particulares, se puede expresar de muchas maneras. Últimamente se utiliza el término sin ton ni son y se habla de una actitud pretendidamente zen  ante las cosas, es un abuso, pero no cabe duda que tanto la religiosidad como la cultura japonesas se hallan impregnadas de zen y que ciertas características del arte japonés evocan la concentración esencial que se busca a través del zazen. Entre esas características destacaría un modo de pobreza, la simplicidad y la intensidad del gesto, así como una interiorización. Hay que desnudarse de todos los conocimientos adquiridos, dejar que el gesto fluya sin buscar nada en especial. Creo que la obra de Anke en ese sentido busca aproximarse a lo que entendemos por zen.


El cuadrado del cuadro recuerda al dojo. En el dojo siempre se camina en línea recta y se gira en las esquinas en ángulo recto. Cada movimiento debe buscar una elegancia natural, sin artificiosidad,  rehuyendo tanto la rigidez como lo “casual” ,  rehuyendo la complacencia, borrándose para no dejar huella,  rehuyendo el formalismo; revelando la herida, la llaga que cada uno lleva dentro sin teatralidad, sin sentimentalismo, sin énfasis. No hay exhibicionismo, nada debe traicionar al espíritu...


....Esa desnudez ascética, tiene un aliado en la luz, es ella la que debe comunicar el pálpito a esas formas tan simples y hacerlas hablar. El color nos debe llamar hacia ellas, absorbiéndonos o reflejando fulgor. Grises de humo y de tiniebla. Ocres dorados de atardecer y amanecer. Rojos y azules intensos....


...El color se manifiesta en luz. Ella es la que presta intensidad a los cuadros. Luz que se derrama verticalmente, de arriba abajo. Columnas de luz, chimeneas de luz, espacios que cortan la tiniebla y crean un camino...luz cenital....


Siempre la batalla más ardua de todo artista es con la sencillez, no imponer nada a su obra, no vestirla con ropajes falsos y sin embargo tampoco permitir que esto lo enmudezca, su necesidad de expresión debe hallar la forma de decir aún sin saber qué está diciendo. La sencillez, la delicadeza del papel de seda dan a la vez un carácter suntuoso y pobre a estas obras. No dejan de ser papeles pegados y al mismo tiempo se convierten en algo precioso, frágil, lleno de luz, como pequeñas joyas, como algas translúcidas que cuando las vemos en el mar están llenas de color y al sacarlas de él se secan y se transforman en algo mustio, oscuro y arrugado.


El primer kesa según la tradición lo creó el Buda a partir de los trozos de tela más sucios, aquellos que no quería nadie por estar contaminados y porque eran impuros. Los tiñó de ocre, los cosió y con ellos hizo la vestidura más preciada. También Anke a partir de vulgares trozos de papel, a través del color, recortándolos y dándoles forma, realiza esas obras que tratan de convertirse en algo preciado, en algo hermoso y verdadero.


...Pero sin un residuo de sombra no es posible hacer reverberar el color, por eso las sombras cruzan y se entrecruzan creando tramas, veladuras, desgarramientos por donde asoma el temblor. Y así esas formas en principio estáticas tienen un movimiento interior, contenido, sutil, que se revela cuando uno permanece inmóvil y contempla con atención.     


Jorge Pardo

(Galeria Esther Montoriol Barcelona 2002)

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